Amamos leer

Amamos leer

jueves, 8 de noviembre de 2012


El conde Drácula

Al estilo Gianni Rodari


Hoy se cumplen 165 años del nacimiento de Bram Stoker, autor de la famosa leyenda del conde Drácula. He aquí mi versión para niños.
 


En algún lugar de Transilvania habita Drácula, un famoso monstruo demoniaco, que pasa su día durmiendo en un ataúd y sale de noche en busca de sangre fresca.
El contacto con los rayos solares fácilmente le causaría la muerte, por eso permanece en la oscuridad en su caja forrada de raso brillante y sedoso con sus iniciales inscritas en plata sobre la parte de fina madera pulida.
Cuando llega la maravillosa oscuridad, y movido por su profunda sed, el demonio emerge de la seguridad de su escondite y, asumiendo la forma espantosa de un murciélago, recorre los alrededores y bebe la sangre de sus victimas.
Pero debe moverse con prontitud, pues antes de que los rayos del sol anuncien el nuevo día, debe regresar a la seguridad de su ataúd escondido en las fúnebres mazmorras de su castillo de piedras.
El conde Drácula, como se le conoce en su personificación humana, es un caballero desde todo punto de vista: alto, muy blanco, casi transparente, delgado, de cabellos abundantes y oscuros que repliega su irreverencia a fuerza de gomina, viste de smoking con capa roja que le confeccionaron en la ciudad de Londres un conocido sastre, elegante podría decirse, atractivo a las mujeres por su afable y culto hablar.
Ahora, se acerca una aventura particular,  tiene una velada concertada con el panadero y su mujer, invitación que muy amablemente extendió el pobre hombre con ansias de atraer un supuesto nuevo cliente muy acaudalado y reconocido que pudiera recomendar sus masas y bollerías más allá de los paupérrimos compradores, casi todos mendigos y nuestros de hambre que morirían por un asqueroso mendrugo.

Primer final:
El panadero y su mujer eran una pareja de ingenuos, desprevenidos y nada capciosos del actuar y de las oscuras intenciones del conde.
Al llegar le tienen un exquisito repertorio de panes de distintas formas y sabores, recién horneados, aún crujientes y humeantes que penetraban todos los resquicios agrietados de la vieja casa.
Lo invitan a sentarse y le ofrecen, como era costumbre, una copa de vino.
Pero el conde no tenía interés alguno ni en panes ni en vino, solo en sus abollados cuello9s regordetes, jugosos y salobres. Se imaginaba ya de hecho absorbiendo la borbollante sangre salobre y acre. No podía concentrarse en la conversación, comenzaron a salírsele las babas por las comisuras de los labios, la mujer del panadero, más advertida que el marido, se da cuenta y sale a la cocina en busca de una servilleta de fina seda que recibió como regalo de bodas.
En tanto, Drácula y el panadero permanecen en la charla hasta que este se le abalanza y le sorbe toda la sangre, pero como el panadero venía quejándose de ciertos males de salud desde hace días, no se percató Drácula que de tanto chupar sangre de gordos venía ya con achaques de azúcar alta y triglicéridos y murió al instante por un infarto a miocardio.

Segundo final.
El conde llega presuroso a casa del panadero, se le había hecho tarde en la meticulosa manía de planchar su traje, la capa, pulir sus zapatos, engominar su cabello, limar sus uñas y maquillarse para darse un leve tono dorado a su palidez extrema.
Era Drácula un hombre muy cuidadoso de su presentación personal, dirían hoy que era un vampiro metrosexual.
Cuando llegó, el panadero y su mujer lo esperaban ansiosos, habían invitado a toda la cuadra a un verdadero baile de disfraces, según le dijeron, era noche de Halloween.
Bajo aquel barullo de gente, escobas, sábanas fantasmales, música electrónica, calabazas alumbradas y cerveza espumante hasta la saciedad, sería difícil encontrar el momento oportuno y la victima precisa.
Drácula era un vampiro selectivo, no chuparía a cualquiera, y menos si viene disfrazado pues no puede distinguir quien es quien.
A lo largo de la noche fue echando ojo hasta que notó una damisela hermosa, solitaria, de poco hablar y parecía no tener mayor disfraz que una larga cabellera y unos raídos trajes de clara seda blanca. La invitó a conversar fuera, donde pudieran oírse sin gritar por la apabullante música.
Afuera y bajo la luz de la luna, buscó besarla apasionada, lentamente bajó a su cuello para chupar su cálida sangre, y ella hizo exactamente lo mismo, era una vampiresa que había acudido a la fiesta con las mismas intenciones.
Ambos cayeron tendidos de largo a largo en el patio.

Tercer final:
Drácula se percató que ya había anochecido. Últimamente había engordado un poco por la falta de ejercicios y porque todas sus ultimas victimas eran gordos y mofletudos viejos de poca monta. Quizá por eso, el ataúd le estaba quedando apretado y sintió que descansó muy poco.
Se arregló con prontitud, y llegó a casa del panadero.
-¿Vaya, conde Drácula, que agradable sorpresa!- dice la mujer del panadero al abrir la puerta para dejarlo pasar.
(Asumida otra vez su forma humana. entra en la casa ocultando, con sonrisa encantadora, su rapaz objetivo.)
-¿Qué le trae por aquí tan temprano?- pregunta el panadero.
-Nuestro compromiso de cenar juntos —contesta el conde. -Espero no haber cometido un error. Era esta noche, ¿no?
-Sí, esta noche, pero aún faltan siete horas.
-¿Cómo dice? —inquiere Drácula echando una mirada sorprendida a la habitación.
-¿O es que ha venido a contemplar el eclipse con nosotros?
-¿Eclipse?
-Así es.
-Hoy tenemos un eclipse total.
-¿Qué dice?
-Dos minutos de oscuridad total a partir de las doce del mediodía.
-¡Vaya por Dios! ¡Qué lío!
-¿Qué pasa, señor conde?
-Perdóneme..., pero debo irme... ¡Oh, qué lío!... —Con frenesí, se aferra al picaporte de la puerta.
-¿Ya se va? Si acaba de llegar. —dijo el panadero.
-Sí, pero, creo que...
-Conde Drácula, está usted muy pálido. Siéntese. Tomaremos un buen vaso de vino.
-¿Un vaso de vino? Oh, no, hace tiempo que dejé la bebida, ya sabe, el hígado y todo eso. Debo irme ya. Acabo de acordarme que dejé encendidas las luces de mi castillo... Imagínese la cuenta que recibiría a fin de mes...
-Por favor —dice el panadero pasándole al conde un brazo por el hombro en señal de amistad—. Usted no molesta. No sea tan penoso. Ha llegado temprano, eso es todo.
-Créalo, me gustaría quedarme, pero hay una reunión de viejos condes rumanos al otro lado de la ciudad y me han encargado la comida.
Por fin, el conde logra abrir la puerta, pero ya no le quedaba tiempo.
La luz del día entra con un brillo deslumbrante ante los ojos atónitos del conde; lanza un grito desgarrador a la vez que se metamorfosea incansable y rápidamente en diversas formas diabólicas. El espectáculo dura apenas unos interminables segundos ante lo cual, el panadero y su mujer no tuvieron chance de exclamar palabra alguna. Pronto desapareció y quedó en su lugar un  montón de cenizas que la mujer recogió con una pala y la arrojó al encendido horno de la panadería.

Final de la autora:
El primero es injusto con el pobre panadero, el segundo es más tenebroso y el tercero me parece el más atractivo porque Drácula pierde la noción del tiempo ante el eclipse.


El último final es una adaptación de una versión de Drácula para niños publicada en: http://www.conmishijos.com/ocio-en-casa/cuentos/cuentos-infantiles/cuento-el-conde-dracula-version.html

No hay comentarios: