Amamos leer

Amamos leer

viernes, 27 de junio de 2008

Un poema de amor

Supe, me mirabas con deseos
se levantaban las pestañas
dejando en la hendija
brillos de gato.
Levantabas la pluma en derredor
en silencio de vellos irisados
Con hambruna, con briznas en la punta de la lengua.

domingo, 22 de junio de 2008

Sugerencias para la promoción de la Literatura infantil



  • Planifique la actividad de lectura literaria. Considere el inicio, el desarrollo y el cierre.


  • “Traduzca” los términos difíciles a las palabras de los alumnos (evite el coloquialismo).


  • Elabore una antología de obras breves para que los alumnos escojan.


  • Discuta los textos con los chicos.


  • Muestre su interés por la literatura.


  • Trabaje con los diversos contenidos: los afectivos, cognitivos y lingüísticos.


  • Enséñelos a distinguir los textos literarios de los que no lo son.


  • Coloque varias preguntas y respuestas en una bolsa y haga que sus alumnos consigan los pares.


  • Coloque varias preguntas y respuestas sin sus pares en una bolsa. Los chicos deben decir la respuesta a las preguntas y las preguntas a las respuestas.


  • Comparen respuestas para ver las similitudes y diferencias.


  • Realicen un debate para premiar un texto. Argumentos a favor y en contra.


  • Combine actividades de lectura y escritura.


  • Trate de activar los conocimientos previos: experiencias vividas, lecturas anteriores, autores, etc.


  • Invite a un escritor al aula para que hable de su obra y su experiencia.


  • Haga actividades de dramatización, pero también de teatro y títeres.


  • Vaya al cine con los niños.


  • Visite la Sala Infantil de la Biblioteca Pública de la localidad.


  • Visiten a los ancianos de la localidad para que le cuente a los niños cómo era la vida en sus tiempos.


  • Lleve objetos cotidianos al aula y haga que sus alumnos le escriban una oda, léale las odas de Pablo Neruda.


  • Elabore un cancionero.


  • Hagan competencias de trabalenguas.


  • Incentive a sus niños a escribir adivinanzas.


  • Léale un cuento hasta la parte más emocionante y deje que ellos construyan el final.


  • Lleve diversos objetos disímiles entre sí y que ellos escriban un cuento.


  • Elaboren un libro con todas las producciones del año y exhíbalo en la biblioteca escolar encargando a dos niños por día para que hablen de la experiencia.


  • Promueva un concurso literario anual para toda la escuela con premiación en diploma y dos textos infantiles.


  • Léale un cuento con cinco o seis personajes. Entréguele el nombre de cualquiera de los personajes (menos el del protagonista) para que escriban la historia.


  • Invítelos a traer su libro favorito.


  • Ayúdelos a sacar el carnet de la biblioteca para que todos los fines de semana lleven al menos 1 libro y el lunes deben contar lo que leyeron.


  • Lleve ilustraciones que tengan secuencia y que ellos escriban su cuento.


  • Plantee tres finales distintos para una historia (Ver Gianni Rodari, Cuentos para jugar) y que ellos escojan su preferido.


  • Cante con sus niños.


  • Busquen cuentos y poemas en Internet y comente con ellos cuáles fueron de su agrado.

viernes, 20 de junio de 2008

Hoy recomiendo leer...


Cururú, el cocinero

Cururú es el personaje central de dos libros del escritor venezolano Luiz Carlos Neves. El primero titulado "Hazañas del Sapo Cururú", y, el segundo, "Nuevas hazañas del sapo Cururú". En este segundo libro aparece el cuento que hoy les recomiendo.

La historia cuenta que Cururú le llegó a sus amigos con una pregunta: ¿Qué es la arepa? Ninguno sabía, pensaban que era un animal, que se parecía a las maracas, que sonaba como una guitarra, que era roja o cuadrada; hasta que Cururú preguntó: ¿Se rinden? ¡Síííííííííí!

Entonces, Cururú les dijo que la arepa era un pan de maíz y que si querían probarlo tenían que ayudarlo. Así, molieron el maíz, buscaron agua y sal y Cururú junto estos ingredientes resultando una masa blanca. Luego trajeron los animales un budare de barro que pusieron al fuego y nuestro Sapo le dio forma redondeada a las arepas como si fueran una luna pero achatada. Las puso sobre el budare hasta que estuvieron doraditas.

Pero como toda arepa debe comerse rellena, pensaron que era malo comerlas con carne mechada por respeto a la vaca Finojosa, tampoco con chicharrón por la puerca Tocineta, así que decidieron comerlas con unas exquisitas caraotas con queso.

He aquí, según la historia, como se inventó "ese redondo, oloroso y dorado pan de maíz" llamado arepa.

martes, 17 de junio de 2008

Hoy recomiendo leer...


El turpial que vivió dos veces.

Este cuento del insigne escritor venezolano Salvador Garmendia rememora las diáfanas imágenes de los crepúsculos barquisimetanos. El autor hace un recorrido por las sabanas áridas de Lara con la historia de un turpial y un niño que consiguen la amistad en el respeto mutuo.

Con un tinte ecológico, el relato comienza con el nacimiento del pajarito, cómo al salir del huevo y ver al mundo, al cielo abierto, piensa que está dentro de un gran cascarón. Luego, aparece un travieso niño que con una honda hiere de muerte al bello turpial. Al verlo mal herido se compadece y decide llevarlo a casa, allí lo colocan en una jaula para que sane. La narración se vuelve en la figura del pájaro y de cómo éste ve a los humanos. Sumido en una profunda y silente tristeza, la actitud del turpial cala hondo en la conciencia del niño.

Un día de repente arrancó a cantar, todos en casa corrieron a oír al turpial, incluido el niño que al acercarse a la jaula, se encontró de frente mirándose con el pájaro y sin pensarlo, simplemente abrió la jaula.

El cuento está bellísimamente ilustrado por Rosana Faría y fue publicado por Playco Editores por primera vez en el año 2000

domingo, 15 de junio de 2008

Hoy recomiendo leer...

Mi mamá es más bonita que la tuya.
Este libro del escritor venezolano Armando José Sequera es la continuación de un primer libro de relatos llamado Teresa. Fue publicado por Alfaguara (Infantil) en el año 2005.
En él, Teresa, una simpática niña entre los 4 y los 5 años de edad nos rememora nuestra niñez y me hace recordar las estupendas salidas a las situaciones difíciles con las cuales suelen salir mi hija Anyi y mi sobrina Oriana.
El autor se inventa el recurso de adjudicarle los escritos al hermano de Teresa. En la introducción al texto, escribe que al mostrarle a su padre los cuentos que sobre su hermana había hecho, éste fue donde un editor para publicarlos, pero como no creyeron que lo hubiera hecho un niño de 12 años decidieron publicarlo con el pseudónimo de Armando José Sequera.
Los relatos son todos divinos, la niña Teresa es inteligente, vivaz y muy pícara (en medio de su ingenuidad).
Acá les cuento brevemente una de sus anécdotas (con permiso y perdón de la editorial y de su autor) para que vayan corriendo a buscarlo para leerlo:
Mami, es el título de uno de sus cuentos donde Teresa, al ver que su mamá no fue a trabajar porque se sentía indispuesta, decide agotar todos los recursos para llamar su atención: Mami, hazme esto, o esto otro, mami ven, mami dónde está tal cosa, mami, mami, mami... hasta que logra colmar la paciencia de su mamá y agudizar el dolor de cabeza. La madre decide reprenderla y la manda a acostar; ya en la habitación de la niña le dice enérgica y tajantemente: "¡Y como vuelvas a decir «Mami esto o mami lo otro», vas a ver lo que te va a pasar! Pero cuando ya salía del cuarto, la mamá oyó la voz de Teresa que le decía: "Señora Varela! ¡Sería usted tan amable de traerme un vaso de agua, por favor!

Lo esencial es invisible a los ojos...

Esta célebre frase del muy conocido libro "El Principito" nos recuerda que no todo lo que vemos es lo que importa. No es lo que tanto preocupa a los chamos de hoy: la moda, las marcas, la delgadez, el Gym, las rumbas... Más allá de eso están las esencias del alma: las veces que podemos caminar sin preocupaciones viendo como cae la tarde, o como diría el mismo Principito: caminar hacia el pozo para disfrutar del agua que saciará nuestra sed...
El amor que no vemos, los divinos besos de mi hija, las caricias de quienes amamos...
Todo eso es más importante...

sábado, 14 de junio de 2008

El placer de leer

¿Qué significa el placer de leer? Habría que empezar por definir lo que es el placer y lo que es leer. Barthes decía que “el goce (placer) no es lo que responde al deseo, lo satisface, sino lo que lo toma por sorpresa, lo excede, lo desorienta, lo hace ir a la deriva”. Es un estado sublime en el que el ser humano conecta todos sus sentidos y los traspasa, alcanza un estado de equilibrio entre su cuerpo y su espíritu; es lo que llaman embriaguez del espíritu. Pero así como es de plácido, es etéreo, por eso debemos procurar dilatarlo o hacer que se repita muchas veces para que la experiencia pueda enriquecernos al máximo. Por su parte, leer es un proceso de decodificación y resemantización de cierto discurso elaborado.
Entonces, ¿cómo puede sentirse placer al leer? Precisamente, el texto –y más el texto literario que es el que nos ocupa en este momento- es un entramado de representaciones que nos permiten ahondar tanto en nuestra experiencia como en la de otros. Esa experiencia es múltiple porque es de vida, de sentimientos, de estética, intelectual, entre otras. Es por eso que Genaro dice que se “lee porque enriquece culturalmente, porque representa un estímulo intelectual”.
¿Qué más riqueza que viajar por mundos inexistentes? El texto literario encierra un mundo que es el reflejo mimético de nuestra realidad, sin embargo en la diversidad de perspectivas con que muestra, ironiza, parodia o alegoriza la realidad produce un efecto enriquecedor que amplía el horizonte del lector. Señala Gadamer que la poesía (literatura) alcanza su refrendo en el ser-dicha, no existe en otro espacio que no sea el del verbo. Es ficción de la más pura y ¿acaso para que puede servir la ficción sino para darnos placer?
El problema radica en lo desacreditado de estos dos conceptos en nuestra sociedad. La ficción porque representa al mundo de la imaginación al que hemos tratado de opacar, ocultar o disimular para evitar el dedo acusador en nuestra espalda. Y el placer porque bajo el regimiento de una sociedad pacata y de doble moral que teme mostrarse como es, con sus cinco sentidos en efervescencia, teme la crítica.
Pero si hemos visto que el texto literario enriquece tanto, ¿por qué hemos de negarnos el placer de leer?

La narración oral y la lectura oral como elementos de promoción de lectura

De las noches sin aburrimiento.
Cuando pienso en narración oral, una imagen precisa llega a mi mente: las noches solitarias en mi casa, pobladas sólo por la voz de mi madre que se elevaba junto al humo del cigarrillo y se confundía en la canícula con el canto de grillos y chicharras. Su gran cama era el rincón de los cuentos para mi hermana y para mí; acostadas las tres mientras nos narraba nos hacíamos sólo una en la complicidad de la historia que según ella, se la había contado su abuela cuando iban juntas a la quebrada a lavar la ropa. Por supuesto, siempre terminábamos llorando, eran cuentos tristes sin finales felices y, a pesar de eso, al día siguiente esperábamos con el brillo en los ojos el mismo cuento.
Ese gusto no lo conseguí en la escuela, sólo puedo recordar que la maestra del tercer grado nos leía cuentos por el simple placer de entretenernos (bueno, en realidad fue la única que nos leyó cuentos). Y qué mágico era ese mediodía, en ese preciso instante yo sentía que era gente, dulce, linda y nos quería tanto como nosotros a ella. Recuerdo de esa época muchos cuentos hermosos que sonaban con fruición en su voz. A partir de allí comencé a leer cuanto libro cayera en mis manos: yo que había aprendido a leer a punta de "coquitos", que era incapaz de reconocer una "a" en una pizarra poblada de letras "a". Si bien las primeras quejas de mi madre eran porque no aprendía a leer y por que no me gustaba, las segundas eran porque no sacaba la cabeza de los libros y no la ayudaba en los quehaceres.

Quien cuenta un cuento se ha salvado.
Dice Facundo Cabral que hay que desconfiar de la gente que no canta porque algo está tramando, porque guardan algo malo dentro de sí; yo digo que hay que desconfiar de las personas a las que no les gusta un cuento, por lo menos un buen cuento, bien leído o bien narrado. Hay que ver la magia que encierra ese simple acto, esa atmósfera lúdica, casi de otro mundo que se forma cuando hay alguien que narra y otro que escucha. Se nota en el brillo de los ojos, en la sonrisa, en la transparencia de la voz. En ese preciso instante somos dioses, somos creadores. Tenemos el privilegio de forjar destinos, de ser héroes, princesas, villanos, bohemios, extraterrestres, animales, en fin, dejamos de ser el hombre o la mujer común de todos los días con el mismo rostro, la misma piel, el mismo sabor en la boca y entramos por la puerta de nuestros sueños. ¿Qué hay de malo en eso?
Quien cuenta un cuento se ha salvado porque ha soltado las amarras que nos impone el mundo, la sociedad, los prejuicios y hasta nosotros mismos para descubrir que seguimos siendo los niños que creían en el "Niño Jesús" o en "Santa Clos". Creo realmente que si en muchas ocasiones no hubiera tenido un buen cuento o una novela o un poema en mis manos habría abandonado todo y me hubiera echado al olvido como dice la canción.

Al final todos los caminos se bifurcan.
Aquello de que el hombre vive en una eterna encrucijada no es ficción ni frase de camino, es la verdad de la vida. En esa bifurcación debemos encontrar el sentido real de nuestra existencia. Ser docentes de título y de nómina no tiene gracia ni sabor. Como profesionales debemos imponernos retos, hasta llegar al sentido profundo de lo que es la enseñanza, no puede ser que pasemos cinco años en las aulas de la universidad para salir a dar clases de la misma forma como se las dieron a nuestros abuelos, a nuestros padres y a nosotros mismos. A hacer que ese ser maravilloso que es el niño repita la misma frase aburrida y sin sentido de "Mi mamá me mima", "Mi papá fuma la pipa" cuando los mimos los parecen haber quedado relegados única y exclusivamente para los bebés y las pipas son casi una reliquia de museo que la mayoría de los niños desconoce.
La sabrosa lectura en voz alta y la narración oral deben servirle al docente para inducir en el goce y disfrute de la lectura, que el niño llegue a ella por la vía del amor y del sentido profundo de la literatura, después de ese aprendizaje creo que cualquier otro tipo de texto resultará "un pan comido" para cualquier chico.
La gran falla de nuestra educación apunta siempre en el mismo sentido: nuestros estudiantes no leen. ¡Hemos errado y gravemente! Porque ni hemos inducido bien el aprendizaje de la lectura y la escritura ni hemos conducido el proceso posterior de la decodificación gráfica de la mejor manera.
¿Qué hacer para remediar el mal? Pienso que dándole al niño o niña la oportunidad de acercarse con otra mirada a los textos, permitirles todos los procesos cognoscitivos posibles en un clima de libertad. El docente de hoy debe ser más abierto que nunca, porque la gran paradoja de la posmodernidad es que hablamos de globalización mientras cada día somos más y más heterogéneos y, seguramente tendremos en nuestras aulas de clases individuos tan diferentes entre sí y con necesidades particulares a las cuales debemos responder lo más efectivamente posible.
¿Que se necesita un mago? Sí, debemos aprender a ser magos, no para mentir sino para encantar, para atraer, para enamorar, para acercarnos por lo menos al competitivo mercado de los medios que se están llevando todos los puntos a favor en la enseñanza de los niños.

El que parte y reparte....

Mi primo Miguel que vivía en en el barrio de arriba me vino a buscar para ir a la cancha . Cuando mamá lo vio llegar comenzó la cantaleta: que los vagos, que la perdedera de tiempo, que hay que estudiar, que había que arrancar la yerba, que viniera temprano, que no me pusiera los tennis, que los malandros, que........., que......., ¡Qué me largo, carajo!
En el camino apostamos: el que encestara más veces le tendría que entregar al otro su mayor tesoro.
Comenzó el juego, cabeza ¢e chicle se empató en mi equipo. Para mí era pan comido: mi primo era un piche medio metro y yo.... viejo precoz como me decían en el liceo. Arrancó con un pitazo durísimo ¡¡¡¡¡¡¡¡Pppppprrrrriiiiiiii!!!!!!!!! Que Robertico sabía hacer con los labios.
¡Maldita suerte! No pude encestar ni una. Miguel sonriente y complacido se acercó a mi oído y con lenta , suave y dulce pronunciación, me dijo:
-Quiero las monedas antiguas que te dio el abuelo.
¡Patada en el higado! ¡Golpe bajo! Miguel sabía cuánto valor tenían para mi.
-¡Nunca!, son mías.
-Era una apuesta.
-¡No!
-Tú aceptaste.
-¡No!
-Si.
-Si, acepté, pero te estás aprovechando. Menos ahora que las clasifiqué, las pegué en el album, compré ese album con mis ahorros.
-Apuesta es apuesta.
Sentí que se me bajaban los fluidos ante lo que tenía que decir:
-Está bien.Lo hice subir a la platabanda para que mamá no se diera cuenta. Busque el album y aunque sabía que tenía que entregarlo, me resistía. Hubo como cinco minutos de forcejeo leve que fue aumentando hasta que ¡ZUAS! En el cielo rosado del atardecer volaba el album como un pájaro negro de la avenida.