¿Qué significa el placer de leer? Habría que empezar por definir lo que es el placer y lo que es leer. Barthes decía que “el goce (placer) no es lo que responde al deseo, lo satisface, sino lo que lo toma por sorpresa, lo excede, lo desorienta, lo hace ir a la deriva”. Es un estado sublime en el que el ser humano conecta todos sus sentidos y los traspasa, alcanza un estado de equilibrio entre su cuerpo y su espíritu; es lo que llaman embriaguez del espíritu. Pero así como es de plácido, es etéreo, por eso debemos procurar dilatarlo o hacer que se repita muchas veces para que la experiencia pueda enriquecernos al máximo. Por su parte, leer es un proceso de decodificación y resemantización de cierto discurso elaborado.
Entonces, ¿cómo puede sentirse placer al leer? Precisamente, el texto –y más el texto literario que es el que nos ocupa en este momento- es un entramado de representaciones que nos permiten ahondar tanto en nuestra experiencia como en la de otros. Esa experiencia es múltiple porque es de vida, de sentimientos, de estética, intelectual, entre otras. Es por eso que Genaro dice que se “lee porque enriquece culturalmente, porque representa un estímulo intelectual”.
¿Qué más riqueza que viajar por mundos inexistentes? El texto literario encierra un mundo que es el reflejo mimético de nuestra realidad, sin embargo en la diversidad de perspectivas con que muestra, ironiza, parodia o alegoriza la realidad produce un efecto enriquecedor que amplía el horizonte del lector. Señala Gadamer que la poesía (literatura) alcanza su refrendo en el ser-dicha, no existe en otro espacio que no sea el del verbo. Es ficción de la más pura y ¿acaso para que puede servir la ficción sino para darnos placer?
El problema radica en lo desacreditado de estos dos conceptos en nuestra sociedad. La ficción porque representa al mundo de la imaginación al que hemos tratado de opacar, ocultar o disimular para evitar el dedo acusador en nuestra espalda. Y el placer porque bajo el regimiento de una sociedad pacata y de doble moral que teme mostrarse como es, con sus cinco sentidos en efervescencia, teme la crítica.
Pero si hemos visto que el texto literario enriquece tanto, ¿por qué hemos de negarnos el placer de leer?
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